No hay quien pueda vender épica frente al Real Unión de Irun, pero la hubo, o al menos casi, se culmino la remontada, se gano la eliminatoria, se ducharon y subieron al autobús.
La pena es que todavía quedaban 5 minutos de partido. Solo por eso se perdió una vez más la Copa. Por eso y por las decisiones de un hombre ciego, un iluminado alemán, que más parece sueco, o al menos se lo hace ante una defensa inexistente, ante unos jugadores desganados, ante una cantera que llama a la puerta o que como mínimo, reclama las mismas oportunidades que alguien que promete en Holanda, Argentina o Pernambuco. Ciego a jugadores acabados, como Saviola, que no fue estrella en el Barça, Sevilla o Monaco y no paso de dejar destellos. A promesas de medio pelo como Drenthe, a media docena de jugadores que juegan en el mismo sitio y ninguno en la banda.
Tampoco tiene defensa Raúl, ni por 3 goles, ni por 300, porque parece que ha perdido la batalla del vestuario, la de motivar a unos compañeros, que lo hacen todo mal, o peor.
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