lunes, 23 de junio de 2008
El cerrojo lo tuvo San Iker.
La llave la tenia Iker... la llave que cerraba nuestra portería y abría el camino a semifinales.
Soy sincero, siempre he visto a la selección como el Atleti, ese pupas agarrado a su historial de derrotas, que cuando gana saca a la calle al circo entero, Imperiosos incluidos porque ni ellos mismos creen que vuelva a pasar.
Soy sincero, sigo sin ver que ha hecho Luis Aragones para llevarnos a semifinales, que tiene que Camacho no pudo darle a España, que nadie con ganas de jugar al fútbol ha podido dárselo.
Lo único de lo que estoy seguro es de que tiene dos jugadores que no piensan como yo, que no saben, ni pueden permitirse perder. David Villa, el usurpador del siete, se ha ganado mi respeto, que no mi corazón, porque en "su día", el día que él mismo anunciaba como el mejor momento de su carrera, solo fue capaz de intentar crear peligro, pero no de transmitirlo a Italia
Y el otro es San Iker, Casillas, el capitán al que más molesta el brazalete del mundo, él que cortaba las camisetas de portero, que hasta que el llego eran de manga larga, el que paró a Italia, a su suerte, a su flor, a su historia, a la injusticia, él que le ha dado el triunfo al fútbol frente a la astucia, al balón frente a la patada, al correr frente al caerse.
Casillas siempre quiso ser Buffon, era su ídolo, y digo era, porque en unos años, el hijo de Buffon tendrá su propio poster de Iker.
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