martes, 19 de mayo de 2009

Cuando fuimos Reyes.


Tiene Felipe Reyes la mirada perdida y el gesto torcido. Los cimientos del Madrid, la columna jónica que sostiene su inconsistencia tiembla. Tal vez por miedo, tal vez por rabia. Por el miedo de echar la vista atrás y verse como el MVP que nunca gano nada, en un equipo grande pero olvidado a su suerte. Por la rabia de jugar año tras año con el segundo máximo anotador de la liga turca, con griegos de dudoso interés en el baloncesto, por no tener nunca un equipo que se apoye en sus anchas espaldas.

Felipe Reyes es el luchador, el gladiador que lucha por todos, que contagia con su espíritu y su carácter. Un jugador que cada año se presenta en la cancha con un arma nueva, con un nuevo gancho, un tiro de 5 metros o venciendo a las estadísticas de tiros libres. Que cada año sufre un nuevo traspiés, una nueva perdida.

Felipe lucha y se cabrea, se frustra por las derrotas, pierde los nervios y le castigan como a un junior, un simple junior, aunque el es junior de oro, como Pau, como Calde (aunque no jugara). Llegara Florentino y eclipsara una vez más al baloncesto con Kakás y Riverys, con Villas y Xabis. Y colocara a un gran entrenador en el banquillo que rechazo Aito, y traerá al segundo mejor anotador de la liga turca... un año más.

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