En un mundo donde los muertos se levantan y caminan, donde los hombres luchan por la sensación de la seguridad. Una prisión, el lugar donde se encerraba a los criminales, es un castillo, una fortaleza impenetrable, un pequeño mundo seguro, una isla.
Los hombres lucharan y mataran por la seguridad.
Normalmente en una serie, una colección de cómics o en las películas, sabes que algunos personajes son imprescindibles. A su alrededor tenemos secundarios, seres en peligro. El técnico que bajaba junto a Kirk y Spock al planeta desconocido, sabía que sus posibilidades de volver al Enterprise eran escasas. Después de cuatro años leyendo sobre unos personajes, piensas que estarás con ellos mucho tiempo, los quieres, los odias, crees que los conoces.
Pero Robert Kirkman tiene sus propios planes, nadie esta a salvo, porque no existe nada más aterrador que saber que puede ocurrir cualquier cosa. Y cualquier cosa es traspasar todas las barreras, todos los tabúes.
Y luego esta Carl, Carl Grimes, el niño, el niño que solo quiere jugar a los vaqueros, el niño que teme por su padre, por su madre, por su hermana recién nacida. El niño que mira a los ojos de los muertos y no siente miedo, siente pena. Un personaje atípico y sobrecogedor. Carl Grimes es el nexo de unión entre el mundo de los muertos y el de los vivos.
Porque mientras los adultos intentan reconstruir lo que tenían, Carl quiere vivir en el mundo que le toca, obviando la muerte, porque todo el mundo muere, la vida es tan corta que no puedes dejar que el miedo te atenace. Puede que Carl sea el autentico protagonista de esta historia.
Puedes pensar así, pero nadie esta a salvo...
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