“Me duele la cabeza y tengo la boca pastosa. Un poco más de agua en la cara... no creo que me haga sentir mejor, pero al menos me iré espabilando. Me pregunto porque los efectos secundarios de la hibernación tienen que parecerse tanto a los de la resaca.”
Rac Altaf se seco las manos en una toalla, ya llevaba tres horas fuera de la cápsula de hiper-sueño y aun tenia problemas de movilidad. Era el primer oficial de una nave de limpieza planetaria, la Nimbus. Llevaba muchos años en aquel trabajo, más de los que podía recordar, pero le seguía sorprendiendo el eufemismo que encerraba esa palabra, limpieza, su misión sin embargo era muy explicita, cuando el cuerpo de exploradores descubría un planeta cuya raza dominante, fuera o no-humanoide, alcanzaba un grado de salvajismo superior a un 3,044 en la escala estandar de comportamiento, enviaban una nave de limpieza para exterminar completamente la vida inteligente del planeta y todo rastro de su existencia.
Durante su primera expedición Rac se llevo más de una desagradable sorpresa, creía inocentemente que solo tendría que transportar a los equipos de limpieza hasta la orbita del planeta, pero la tripulación de la nave se veía obligada a realizar tareas secundarias en superficie, transportar equipos y suministros, y repasar las zonas inhabitadas con el escáner cerebral Porus, buscando formas de vida conscientes, y como cualquier escolar sabe, una raza es inteligente y consciente con más de un 4 en la escala Porus. Tenía que revisar y clasificar las formas de vida existentes y determinar si su existencia suponía un riesgo para la misión, lo que a efectos practicos representaba recorrer grandes extensiones de terreno a pie, persiguiendo bichejos.
Un calambre en la pierna le saco de su ensoñación, sus funciones motoras habían mejorado, así que se dirigió al centro de control, la hilera de pantallas mostraba a los pasajeros, que poco a poco, iban abandonando el estado de hibernación, faltaban treinta y seis horas para alcanzar la orbita estándar y que todos estuvieran operativos. La pequeña escotilla en la sala de control mostraba un planeta azul y blanco, con una pequeña franja marrón, un pequeño continente apenas visible por la cobertura nubosa.
Repaso el informe de la misión, en esta ocasión tenían que destruir una raza de seres reptilianos, que proliferaba desde hacia siglos en el planeta y que habían desarrollado una protosociedad. Tenían armamento básico, una civilización prospera, ganadería, comercio, industria, sus ciudades se agrupaban en la zona interior del continente, junto a un enorme lago interior formado por la acción geologica que un día dividiria el gran continente unico. Tenian violentos instintos ancestrales, fruto de su evolución de seres de sangre fría, que les habían llevado a la casi total extinción de los grandes saurios de los que habían evolucionado. No eran peligrosos para nadie en ese momento, pero su futura evolución preocupaba al consejo. Una importante ruta comercial (siempre era una importante ruta comercial) discurría muy cerca de aquel planeta. Que esa especie alcanzara un desarrollo espacial era inaceptable, su eliminación era imperiosa.
Cinco ciclos después, se habían completado cuatro de las cinco fases, comenzando con la eliminación de ejércitos y armamento, la destrucción de ciudades y núcleos de población, la total erradicación de elementos arquitectónicos y restos arqueológicos. La cuarta fase consistia en eliminar los eslabones pre-evolutivos, con el fin de eliminar los genes que habían generado aquella raza y que impedirían su futura reaparición, aunque en este caso, casi todo el trabajo estaba hecho y no quedaban muchas especies que no hubieran extinguido los propios lagartos.
La quinta y última fase, consistía en localizar cualquier raza consciente que existiera en el planeta, no debía quedar ningún rastro por mínimo que fuera de la existencia de esa raza, Rac tenia que analizar un recóndito sector, en el extremo más septentrional del continente, muy alejado de cualquier núcleo de población reptiliano. El clima se había vuelto inestable, las bombas de neutrinos utilizadas para la destrucción habían desencadenado un proceso lento pero constante que desembocaría en un terrible invierno nuclear, un par de siglos con el planeta cubierto de hielo, pasarían miles de años antes de que el clima volviera a su estado natural.
En ese momento, caía una lluvia torrencial, el desierto se había convertido en un enorme barrizal, Rac estaba cubierto de barro, persiguiendo animalillos infectos, diminutos, siguiendo débiles rastros de vida donde obviamente no había nada, le dolía todo el cuerpo, estaba harto de buscar, era un primer oficial, no un absurdo recadero, se dirigió a su nave con la intención de falsear el resto del informe, crear un registro falso con el terreno que le faltaba por escanear, al fin y al cabo nadie había encontrado ningún ser consciente en todo el planeta, que creían que iba a encontrar en aquel barrizal olvidado...
Un tintineo en la pantalla de su detector se activo justo cuando piso la escalerilla de la nave, registraba una señal muy débil, 4,001, una centésima por encima del mínimo. Una semana más de trabajo y un informe interminable pensó Rac. Borro el ultimo registro del detector, y subió a la nave, olvidando de inmediato lo que había ocurrido.
Dos diminutos ojos escrutaban el cielo, intentando seguir la luz que emitían los cohetes de la nave, se elevaba muy rápido en medio del cielo oscurecido por las nubes de tormenta. Un pequeño simio corrió a refugiarse del aguacero en lo alto de una formación rocosa, dentro de la caverna se apiñaba toda su manada. La lluvia les era desconocida, y también el barro que cubría sus extremidades.
Froto sus patas contra la pared de la caverna y se sorprendió de la marca que dejaban en ella, volvió a posar su mano donde el barro había formado una replica exacta de sus dedos. Mojo de nuevo su mano en el barro y miro su dedo índice cubierto de barro.
Cinco mil años después un joven arqueólogo de la Universidad Complutense de Madrid salió de una caverna en el África occidental, estaba muy agitado, gritaba y gesticulaba llamando a todo el mundo. Su profesor subió pesadamente por el lecho de rocas y se arrastro al interior de la cueva, una pequeña linterna iluminaba la pared de roca, podía ver la marca de una mano diminuta, junto a ella se veía una figura humanoide, representada con una gran cabeza transparente, a su lado se veía un objeto circular, del que salían cuatro llamaradas.
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